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Con envidia en Málaga

Por Manuel Quiterio Cedeño

MÁLAGA, España. Esta ciudad tiene una bien ganada reputación como destino turístico. Su aeropuerto internacional ha recibido en el periodo enero-agosto de este año 4.5 millones de pasajeros, de los cuales 1.2 son nacionales y los restantes 3.3 son internacionales, principalmente europeos, que buscan el agradable clima de esta región.
Málaga posee una ubicación privilegiada y es una ciudad alegre y cálida que suma cultura y 3000 años de historia y tradiciones junto al mar Mediterráneo.
Sus promotores la definen y es así como uno la siente- “una comunidad abierta, viajera, comercial y hospitalaria; en definitiva una ciudad cosmopolita con una eterna aspiración universal”.
Ofrece al turista abundantes hoteles, salones modernos con las últimas tecnologías, un envidiable entorno natural, teatros, museos, salas de exposiciones, una atractiva oferta gastronómica y abundantes centros comerciales y tiendas de toda clase.
La gente entiende que el turismo es responsabilidad colectiva por lo que es amable, servicial y educada.
Para completar, es una ciudad limpia, ordenada, con calles bien iluminadas, los conductores son corteses con los peatones, el servicio de taxi y el transporte público en general está muy bien organizado, las calles están señalizadas y se ofrece abundante información al visitante (mapa, folletos, guías, actividades culturales, etc.)
Da gusto caminar a cualquier hora del día o de la noche por el Centro Histórico, con muchas vías peatonales, tiendas, restaurantes, bares y otros servicios.
Las aceras no tienen hoyos, las zonas verdes están cuidadas y no hay pedigüeños. También abundan los restaurantes frente al mar, con una atención muy profesional y sin horarios absurdos para comer y tomar cualquier bebida.
¡Ah! Olvidaba contarles, que aquí los responsables del turismo en cada provincia y municipio son los gobiernos locales.
Caminando por Málaga, lo confieso, siento envidia. Aquí tienen la organización, orden e infraestructuras que faltan en Santo Domingo para ser el destino turístico que merece por su historia, su alegría, su gente y su mar.
Algún día aprenderemos que dirigir una ciudad no es para cómicos, faranduleros o bomberos, y ser síndico requiera más habilidad que la necesaria para producir un mediocre programa de televisión o bailar ante un combo show.

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