¿Turismo urbano en Santo Domingo?
Está en aumento el interés por el turismo urbano, como modalidad a explotar en nuestro país. Es así, quizás, por la atención mediática al proyecto de la Ciudad Colonial, o por el gastado discurso de promesas turísticas nunca cumplidas del alcalde del Distrito Nacional Roberto Esmerito Salcedo Gavilán, o por el esfuerzo de Santiago para convertirse en destino turístico, o por el interés de Puerto Plata en ser atractiva para los visitantes que traerán los cruceros de Cárnival.
Este afán por convertir nuestras ciudades en destinos turísticos, debe analizarse a partir del siguiente principio: Para que una ciudad sea amigable y atractiva para los turistas, primero debe ser acogedora para sus habitantes.
A partir de esta afirmación, debemos hacernos las siguientes preguntas, por ejemplo, ¿Es Santo Domingo, nuestra capital y principal núcleo urbano, una ciudad acogedora para sus residentes? ¿Estamos conformes con lo ofrece esta ciudad a quienes residimos en ella?Estas interrogantes pueden repetirse para Santiago, Puerto Plata, Samaná, Higüey, La Romana, Nagua, Las Terrenas, Montecristi, La Isabela, Luperón, Bayahibe, Cabarete, Sosúa, Cabrera y Rio San Juan.
Estas comunidades están en la órbita del turismo y podrían mejorar su dinámica económica y la vida de sus habitantes, si se convierten en atractivos turísticos, para lo cual necesitan ser mejores ciudades.
Sobre esto hay mucho que decir. Me centraré en Santo Domingo, que por su historia y la dinámica del desarrollo turístico está convocada a ser nuestra principal joya para turismo urbano.
Sucede, que no es una ciudad atractiva y acogedora para quienes residimos en ella, y por lo tanto no reúne condiciones de una ciudad turística, a pesar del discurso demagógico de Salcedo Gavilán.
Es una ciudad desorganizada, caótica, ruidosa, insegura, de pobre y remendada infraestructura, con calzadas rotas y estrechas, con un transporte público pedestre, sistema de taxis vergonzoso, no señalizada. Esto no invita a caminar por ella, entre otros defectos.
En la noche todos esos achaques se multiplican y en adición sus calles son obscuras o mal iluminadas y esto multiplica los riesgos y la inseguridad. El caos del tránsito parece indicar que nuestra capital colapsó, y si es un lugar insufrible para quienes la habitamos, para los turistas es peor y les va mal si quieren caminar, y peor si se les ocurre alquilar un auto.
¿Y la inversión en la Ciudad Colonial, entonces? Esta zona –si se libra del caos- será el contrate con el desarticulado paisaje de esta castigada urbe, víctima de comberos y programeros frustrados o políticos mediocres, corruptos e incapaces. Será un enclave al que llegarán miles de turistas sólo por un día. Con este desastre sólo parecen estar conformes quienes premiaron a Esmérito con una nueva postulación.
Manuel Quiterio Cedeño