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La tarea de Leonel Fernández

Manuel Quiterio Cedeño

La función de los recaudadores de impuestos es llenar las arcas del Estado cobrando la mayor cantidad de impuestos posibles. Este es el trabajo del Ministro de Hacienda (Vicente Bengoa), que a veces le toca, incluso, justificar hasta lo injustificable.
La función de los promotores del desarrollo es atraer inversiones, creando las mejores condiciones para que entre dinero fresco a la economía y se convierta en empresas para que crezca el empleo formal y la producción. Ese es el trabajo del Ministro de Turismo (Francisco Javier) y del Ministro de Promoción de las Exportaciones y las Inversiones (Eddy Martínez).
La función de las organizaciones de la empresa privada es presionar para que el diseño de políticas públicas tomen muy en cuenta la racionalidad que exige la producción de bienes y servicios, y las realidades de la competencia en mercados abiertos y globales, como existen hoy.
El Gobierno quiere la mayor cantidad de dinero posible para financiar la maquinaria pública, la inversión en infraestructura, educación y salud y sus particulares compromisos económicos, incluyendo la cada vez mayor “ración del boa”. Para esa labor tiene al Ministro de Hacienda y a las direcciones generales de Impuestos Internos y Aduanas.
La empresa privada necesita que la carga de impuestos no le impida existir porque el país no puede ser más caro que sus competidores, porque si es así nos quedamos fuera del mercado. La empresa privada también debe de exigir de manera más enérgica transparencia y eficiencia en el gasto público. Los recaudadores aborrecen los incentivos fiscales, pero los desarrollistas los impulsan porque es la herramienta imprescindible para equilibrar los sistemas productivos agobiados por los altos impuestos y las sanguijuelas burocráticas.
En turismo, por ejemplo, los recaudadores pueden aumentar los impuestos eliminando los incentivos que los bajaron para hacer posible la inversión. Quieren más dinero para el Gobierno, pero la avaricia puede “romper el saco”, porque no hay forma de obligar a los ciudadanos de otros países a pagar nuestros impuestos, cuando existen cientos de opciones alrededor del mundo para escoger. Conociendo esto el Ministro de Turismo no querrá más impuestos.
Si Vicente fuera Ministro de Turismo también estaría de acuerdo conmigo como es casi seguro que lo está Francisco Javier, pero Vicente es de Hacienda. ¿Cómo armonizar estas diferencias y que Hacienda cumpla su papel, sin matar la gallina de los huevos de oro? Por suerte, queda una función, la del Presidente (Leonel Fernández), cuyo papel es hacer que sus “músicos” toquen con la misma partitura, sus bailarines dancen con una sola coreografía y el público (nosotros, los empresarios, etc.) se sienta cómodo con el espectáculo.

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