Holbox, en el Caribe mexicano, se abre al turismo
Hasta hace aproximadamente un año, la isla de Holbox se había mantenido como un verdadero y virgen paraíso tropical, donde no se permitían automóviles ni camiones, el comercio se limitaba a tradicionales tendajones que todo el mundo conocía; los hoteles, en general de buena calidad, ofrecían trato familiar, los restaurantes su sabor casero; y no había ni siquiera bancos, ni cajeros automáticos, todo se pagaba en efectivo.
Sin embargo, en solo unos meses se inauguró en Holbox una moderna plaza comercial, que incluye una sala de cine, un comedor, 19 locales de entretenimiento y terraza para eventos sociales. Con esto, más la incorporación de los hoteles de la isla a portafolios de mayoristas mundiales, la misma quedó abierta al gran turismo internacional.
En unas vacaciones la pequeña isla cautivó a dos acaudaladas damas yucatecas, Alejandra Cuellar Sosa y Alejandra Tamargo Benavides, cuya agenda de relaciones agiliza todo: compraron un hotel, después otro, luego una casa y finalmente una empresa que ofreció comprar todos los terrenos en venta y pagar en efectivo.
Esta isla, con aguas tranquilas de color turquesa, blanca arena biogénica y paisajes semejantes al paraíso, es habitada por mil ciento noventa y ocho personas, según el Censo de 2005, familias dedicadas a la pesca y al turismo en lo fundamental. Tiene apenas 40 kilómetros de largo y dos de ancho, al norte del estado, en el municipio de Lázaro Cárdenas.
En sus aguas está el famoso santuario del tiburón ballena, -Rhincodon typus, especie de elasmobranquio orectolobiforme- clasificado como “el pez más grande del mundo”, con doce a dieciséis metros de longitud.
Aquí se encuentra también la zona de protección a biosfera de fauna Yum Balam, a donde solo se llega por vía marítima del puerto de Chiquilá, en un ferry que cruza la laguna Yalahau; las calles son de arena, no hay pavimento, y la gente se transporta en carritos de golf eléctricos y bicicletas.