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Tulum, una vacación de playa distinta

En los complejos turísticos de Cancún con todo incluido no hay mujeres topless en la playa ni argentinos barbudos que tocan música gitana. Esa, sin embargo, es la norma en Tulum, balneario al sur de Cancún que atrae una mezcla de bohemios, aficionados a la Nueva Era y amantes del sol, que se encandilan con las playas de arena blanca y las aguas azul turquesa.
A pesar de su proximidad con Cancún y la vecina Playa del Carmen, Tulum atrae a un público muy distinto al que va a esas playas populares entre los estudiantes universitarios estadounidenses.
“Los estudiantes van a Cancún, los profesores vienen a Tulum”, comentó Richard Contreras, cuya familia administra propiedades en Tulum desde hace casi una década.
Eso no quiere decir que Tulum sea barato. No pudimos encontrar una habitación en la playa, con baño propio, por menos de 150 dólares la noche. Y las comidas cuestan casi lo mismo que en mi ciudad, Seattle.
“Tulum es un lujo, pero el lujo aquí es la naturaleza y la playa”, sostuvo Mimí Contreras, hermana de Richard.
Vinimos por cinco días en busca del sol en la primera semana de enero, durante la temporada alta, que va desde el invierno boreal hasta el receso universitario de primavera de fines de marzo. Tulum, que se encuentra en la Península de Yucatán, fue un destino ideal. El clima fue perfecto. El sol brillaba todo el tiempo y apenas si hubo unas nubes pasajeras. Diciembre y enero son los meses más secos del año en la península y hace calor, pero no es un calor abrumador. Durante el día había 30 grados (centígrados, 85 Fahrenheit) y por la noche había un cielo estrellado.
Tulum se encuentra 145 kilómetros al sur de Cancún y la carretera que une ambas localidades está bien pavimentada. Llegamos en avión a Cancún y alquilamos un automóvil (25 dólares diarios más seguro con Hertz). Hicimos el viaje ya de noche y sin tráfico. Hay que cuidarse de los promontorios en la ruta y de los peatones que cruzan por cualquier lado. Hay autobuses entre Cancún y Tulum, pero el auto nos dio movilidad para visitar otros sitios además de la playa.
“Tulum es bastante tranquila y relajada. Creo que la mayor parte de la gente que vive aquí, que trabaja o tiene propiedades quiere que siga siendo así”, expresó Mimí Contreras.
Tulum se puede dividir en tres partes: el pueblo, las ruinas mayas y la playa.
El pueblo se encuentra en la carretera, a 10 minutos de auto de la playa. El turismo hizo que la población llegue a 30.000 personas, pero sigue conservando las características de los pueblos latinoamericanos donde todo gira en torno a una plaza central. Los negocios, los vendedores callejeros de comida, los hoteles y los restaurantes se encuentran en la calle principal. En general, los restaurantes y hoteles del centro son mucho más baratos que los de la playa. (Encontramos comida mexicana muy rica y buen servicio en La Malquerida).
Saliendo de la ciudad se encuentran los cenotes más próximos, cuevas con agua que son parte de una red de ríos. Fuimos al Gran Cenote (la entrada costó 10 dólares, más el alquiler del equipo de buceo) para nadar en sus aguas frías y limpias. Cuando uno bucea, puede ver cómo el agua fue erosionando las paredes de piedra caliza a lo largo del tiempo y dando lugar a formaciones de distintas formas y tamaños. El Gran Cenote tenía incluso peces en su piscina cavernosa y aguas transparentes. En Yucatán hay muchos cenotes y algunos son lo suficientemente profundos como para bucear.
Tulum es más conocida por sus ruinas mayas, que atraen una buena cantidad de personas que van allí por el día, incluidos pasajeros de cruceros y gente que va con en autobuses como parte de un tour. El complejo de edificios en ruinas es más pequeño y no tan imponente como el de sitios como Chichen Itza, pero se encuentra arriba de unos acantilados y es una de las ruinas más vistosas del Yucatán. Están rodeadas por un muro (Tulum quiere decir muro) y estuvieron habitadas por siglos antes de que llegasen los españoles a principios del 1500. La entrada al parque cuesta 10 dólares y permite el acceso a una playa en la que uno puede darse un chapuzón. Hay que pagar extra por visitas guiadas.

Finalmente, la playa. Es una faja de 10 kilómetros (6 millas) a lo largo de las cuales se suceden chic “eco hoteles”, restaurantes finos y sitios para hacer yoga. De todos modos, no está tan desarrollado como otras zonas turísticas de México y no hay grandes complejos hoteleros.

Hay una sola calle para ir a la playa y durante el día el tráfico es pesado y apenas si puede acomodar a tanto auto, taxi, camión, bicicleta y peatón. Las bicicletas son muy populares, pero hay que tener cuidado. Dos mujeres que iban con nosotros se cayeron de sus bicicletas en medio de tanto tráfico, pero por suerte no les pasó nada.

Nos alojamos en las cabañas de Contreras, pegadas al mar, por 75 dólares la noche. Tenían baño compartido, un ventilador y algunos insectos, comunes en las zonas tropicales, algunos de los cuales picaban feo.

Las habitaciones de la cabaña eran grandes, bien decoradas y las limpiaban a diario. Si es realmente necesario, hay Wi-Fi. La gente que se aloja en las cabañas puede usar las reposeras de la playa y tiene a su disposición un bar pegado al hotel de los Contreras. El bar se llena de pasajeros de cruceros por las tardes. Uno está a pasos de la playa en estos hoteles.
“Quiero tener un lugar para gente que viaja por su cuenta, que puede apreciar el pequeño oasis que hemos construido aquí”, declaró Mimí Contreras.
Pasamos una noche en Los Lirios, a un costo de 150 dólares la noche. La habitación tenía un baño enorme, un balcón con hamaca y vista al mar. El desayuno estaba incluido.
Las olas de Tulum eran suaves. El agua era cálida y al mismo tiempo refrescante. Ojo con los surfistas de kite. Uno casi me golpea cuando estaba nadando.
La mayor parte de nuestra estadía transcurrió en la playa. Nos poníamos en marcha solo para buscar bebidas, comida o caminar por la noche. Hay bastante gente en la playa, pero no una multitud. Uno ve la gente pasar. Lo único molesto fueron las personas que recorren la playa tratando de vender collares y bikinis.
Por sobre todo, fue una estadía apacible en un sitio soleado.

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