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SOS por Samaná

Por Manuel Quiterio Cedeño

El lunes de la semana pasada el presidente del Clúster Turístico de Samaná, Rafi Blanco, lanzó un preocupante grito de auxilio por el Samaná turístico, que es en realidad el único que existe, porque esta interesante región, digna de mayor cuidado, tiene en esta actividad la única esperanza de progreso que se avizora en su horizonte.

Para que no existan dudas de lo que está ocurriendo, cuando todavía estaba en la mesa el periódico que publicó el artículo describiendo la penosa situación, una pandilla atracó a varios turistas que realizaban un recorrido por esa hermosa tierra.

Los visitantes alquilaron un auto para un recorrido seducidos por las informaciones sobre los encantos de la región y sus espectaculares playas y paisajes. Fueron interceptados por una pandilla que los encerró, los despojó de todos sus bienes y –por suerte para nosotros- los despachó sin más.

Algunos dirán que incidentes como ese o parecidos ocurren en cualquier lugar del mundo.

Es cierto, pero eso no justifica la indiferencia ante estos hechos ni el poco interés puesto por las autoridades que recibieron la denuncia.

Un solo acontecimiento de este tipo puede convertirse en un alud informativo que aplasta las perspectivas de una región, más si los afectados perciben que su desgracia poco importa a aquellos llamados a garantizar su seguridad.

Recuerdo un hecho ocurrido en el 2012, en Las Terrenas, cuando una pandilla asaltó un restaurante y uno de los forajidos –sin mediar palabras- le disparó en la cabeza a una dama europea. Esto provocó un amplio reportaje en una revista de Bélgica. Pensemos en lo que podría costarle a Samaná si uno de los turistas asaltados la semana pasada y tratados con indiferencia por las autoridades hubiera sido –por casualidad como en ese caso- reportero o relacionado del The New York Times u otro de los grandes diarios o influyentes cadenas de televisión de los Estados Unidos, Europa, Brasil, Argentina o Chile, que frecuentan el país.
Blanco dice que el “principal obstáculo a vencer es la falta de autoridad y de voluntad para hacer las cosas bien, que ha sumergido a Samaná en un estado de “laissez-faire” colectivo donde impera la falta de orden y de seguridad, un clima que desfavorece” para un desarrollo que depende del turismo.
Lo penoso –destaca- es que ya se han realizado las grandes inversiones necesarias para ofertar un producto turístico que impulse el desarrollo y “Samaná sólo necesita voluntad para crear un clima de orden, seguridad y respeto al medio ambiente”.
Coincido con Rafi en que las autoridades nacionales, municipales, judiciales, la Policía, todos los estamentos públicos y las organizaciones comunitarias deben reaccionar e impedir que liquiden un destino con tanto potencial. No repitamos lo de Puerto Plata.

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