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Santo Domingo necesita un impulso turístico real

La oferta hotelera de la ciudad de Santo Domingo ha crecido muy poco en las últimas dos décadas. Aunque se han sumado algunos pequeños establecimientos de baja inversión y reducido número de habitaciones, en los últimos 10 años sólo se han abierto tres hoteles de categoría con marcas importantes que son el Coutyard by Marriott de la Avenida Máximo Gómez y el Hilton en la George Washington. El otro es el Quality Real en las cercanías del Aeropuerto Las Américas.
Además de estos, viene del siglo pasado el grupo de la hotelería de primera línea de la ciudad que lo constituyen el Nicolás de Ovando, Mercure, Napolitano, Intercontinental, Meliá, Lina, Hispaniola, Santo Domingo, El Embajador, Delta, Naco, Dominican Fiesta y el Clarion. La mayoría con más de 25 años de existencia.
De los 72 hoteles registrados en la Secretaría de Turismo hasta el año 2006 en la ciudad, 53 son pequeños alojamientos (74%), de los cuales 11 tienen 10 habitaciones o menos; 17 tienen 20 ó menos; 12 disponen de 30 ó menos, 6 cuentan con 40 ó menos; 4 ofertan 50 ó menos y tres tienen menos de 60. Es decir, que la ciudad tiene una amplia selección de pequeños alojamientos.

Oferta habitacional
Un análisis de la evolución de la oferta habitacional de la capital muestra que está estancada. Mientras la planta hotelera nacional se multiplicó por tres en el período 1991-2007, la de Santo Domingo tuvo un escuálido aumento.
Aunque Santo Domingo es una región con gran potencial turístico, porque los atributos de las demás zonas son principalmente sus recursos naturales (principalmente sol y playa), debe basarse en el segmento de turismo urbano que tiene exigencias más complejas.
Por ejemplo, Punta Cana se apoya en su clima y plavyas, y ha crecido a pesar del grave proceso de arrabalización en el entorno de los hoteles, porque estos no dependen -por ahora- del desordenado asentamiento humano que ha crecido en su entorno, y que hasta el momento ha operado como un factor marginal, aunque su crecimiento cuantitativo se está convirtiendo en una seria amenaza para su futuro.
En Santo Domingo en cambio, no basta repetir el proceso de Punta Cana, sustentado en la construcción de una excelente infraestructura de alojamiento que puede existir aprovechando su sol y su playa. En una ciudad como nuestra capital, las inversiones hoteleras no bastan, porque no son sustentables sin el desarrollo de un entorno amigable y atractivo para el turista.

Desorganizado
La capital es un asentamiento urbano desarticulado desde el punto de vista turístico. El tramado urbano no invita. El inventario es desalentador: Basura, transporte colectivo deficiente, calles en las que está contraindicada la circulación peatonal (obscuras, sucias, con aceras destartaladas y peligrosas), un raquítico alumbrado público. Es una urbe para expertos porque no está señalizada, pobrísima oferta de museos, ruido excesivo, inseguridad ciudadana, escasa oferta complementaria y pobreza cultural. La lista no es exhaustiva.
Quienes han viajado y conocen las más importantes ciudades de América Latina y el Caribe y han disfrutado haciendo turismo urbano en Estados Unidos, Europa y Canadá, pueden hacer como ejercicio un recorrido por el Malecón, la avenida Independencia, Ciudad Nueva, Ciudad Colonial y las avenidas Bolívar y Winston Churchil. El Conde, la Mella, Barrio Chino, avenida Duarte y el Parque Independencia. También hacer un recorrido por uno que otro museo y visitar los parques zoológico, botánico y el acuario.
Pero deben hacerlo como los turistas y repetir la experiencia de caminar dos, tres o cuatro horas disfrutando de estos lugares que son las áreas turísticas de la ciudad. Hacerlo un lunes como harían en Málaga, Madrid, Toronto, Montreal, Bogotá, Barcelona, París, San José de Costa Rica, Ciudad México, Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima, Quito, Antigua de Guatemala, Santa Fe, San Francisco, Boston…
Sería un ejercicio frustrante o prácticamente imposible. La ciudad no es atractiva para estos fines. Sus dirigentes no se dan cuenta porque casi nunca se desmontan de sus lujosas y cómodas yipetas, y en algunos casos transitan por sus calles con flanqueadores motorizados y amplia seguridad.
¿Puede enfrentarse esta realidad creando una marca ciudad? ¿Tenemos un producto turístico listo para ser “empacado”, “etiquetado” y “exportado”? Son preguntas difíciles de responder para una ciudad que es incapaz de mantener su principal avenida (el Malecón) en condiciones adecuadas.

Manuel Quiterio Cedeño

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