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“Prueba total” para Puerto Plata

Manuel Quiterio Cedeño

La afirmación de que el “modelo turístico” dominicano es excluyente y aporta pocos beneficios a la comunidad se ha convertido en axioma y como corolario se imputa como principal responsable de esto el “modelo de enclave” patrocinado por la modalidad de servicio hotelero todo incluido, que se señala como una hotelería de poco valor y baja calidad, que florece en destinos turísticos mediocres.
He llegado a escuchar incluso afirmaciones que presentan la pobreza de algunas regiones como prueba del fracaso del “modelo turístico” predominante. Según este análisis mostrenco, debemos concluir en que la pobreza existente en las regiones arroceras, se debe a que el “modelo arrocero” no funciona, y lo mismo con el tomate, tabaco, guineo orgánico, etc. He escuchado, sin embargo de críticos del turismo referencias elogiosas al impacto de la economía del guineo en el noroeste, ¿y de su pobreza qué?.
Es interesante analizar el caso de Puerto Plata, una provincia que tuvo ingenios cañeros en la época de altos precios del azúcar, desarrollo ganadero, algunas industrias y producción agrícola diversa, sin que ninguna de estas actividades hicieran florecer su economía. En los años setenta tomó forma un proyecto de desarrollo turístico que cuajó en los ochenta y trajo a esa región 20 años de florecimiento económico nunca antes visto.


El turismo creció con muchas dificultades, sobre todo las originadas en la incapacidad del Gobierno y la corrupción de los organismos estatales cuyos gerentes no tenían paciencia para esperar que las gallina pusiera sus huevos de oro y golosos preferían matarla para hacer el festín final, aunque destruyeran un alentador proceso de desarrollo. La Costa Norte llegó a recibir en el año 2000 más de 745 mil visitantes por vía aérea. Desde entonces la caída ha sido vertiginosa y el año pasado llegaron a penas 346 mil.
Las dificultades del turismo han desinflado el progreso que se registró en los años ochenta y noventa y ha vuelto el desempleo, el desaliento, la emigración y ya este no es el lugar que atrajo miles de dominicanos buscando una oportunidad. Este proceso de decaimiento parece lo que llamo “prueba total”, que propongo a quienes alegan el escaso aporte del turismo, y consiste en cerrar todos los hoteles que aún permanecen abiertos en la Costa Norte.

O todos los de Punta Cana, si se quiere más. Así, mediríamos el tiempo necesario para borrar lo poco que queda del auge económico puertoplateño y la exuberante prosperidad económica que exhibe el extremo este de la isla.

Antes de la prueba debemos preguntarle a la gente de Sosúa, por ejemplo, si quiere borrar lo que les queda o volver a los años dorados del turismo en los noventa.
Si no se revierte el proceso el país tendrá que enfrentar un grave problema social en la Costa Norte, con la miseria que está sustituyendo al auge.

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