Para Cristina, mi senadora favorita
La aprobación en la Cámara de Diputados de una reforma que mutila la ley que permite mover y racionalizar los días feriados ha puesto en primer plano este tema. Aunque no soy partidario de los asuetos religiosos ni patrióticos, defiendo la ley porque creo –por ejemplo- que debemos celebrar a Duarte trabajando, y los católicos podemos ir misa después de la jornada laboral y visitar los santuarios históricos los sábados y domingo. Estas ideas ya las expuse.
Mi experiencia es que la inmensa mayoría de los dominicanos no va misa los domingos ni en los feriados, y tampoco celebra las efemérides patrias. Por eso prefiero que los estudiantes estén en el aula los días históricos y en escuelas y colegios sea obligatorio realizar actividades formativas alusivas.
También sería más productivo para la iglesia católica que nuestras escuelas usen medios creativos para despertar amor por las fiestas religiosas.
No soy partidario de imponer a los demás mis creencias religiosas católicas y creo que mientras más lejos este la iglesia del Estado, mejor.
Pero debido a las deformaciones y fundamentalismos existentes, opto por el mal menor que es la adecuación de los feriados. Se justifica desde el lado de la producción porque evita el efecto negativo de la suspensión de actividades que ocurren martes, miércoles, jueves y viernes, que rompen la semana, y reducen la productividad.
Los legisladores, tan dados a la demagogia social, deben considerar que la tendencia mundial es organizar y estimular el disfrute del ocio y las oportunidades de compartir y fortalecer los lazos familiares con intercambios frecuentes.
La reubicación de los feriados los lunes va en esta línea porque crea momentos especiales para esto durante el año.
Mutilar la ley limitará drásticamente su efecto positivo para los empleados que con asuetos más extendidos pueden disfrutar de un descanso lógico y planificar actividades y viajes para toda la familia, lo que es posible cuando se mueve el feriado de mitad de semana al lunes.
Esto favorece el turismo interno y genera ingresos para las comunidades que tienen atractivos para el turismo local, principalmente las menos desarrolladas, porque no todos van a los grandes resorts de los más importantes lugares turísticos.
Para los obreros y demás empleados y para las empresas no es lo mismo detener las actividades martes, miércoles o jueves, y romper la semana por la mitad, que trabajar corridos a partir del martes. Esto es lo racional.
Tenemos una docena de días feriados, la mitad de ellos porque el Estado impone a todos la cultura católica, que no practica ni la mayoría de los que sieguen esta religión. Cinco días se pueden mover. Si el Senado aprueba la ley sólo dos quedarán.
Por Manuel Quiterio Cedeño