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¿Más ingresos o más turistas?

Manuel Quiterio Cedeño

Ayer en Punta Cana estuve presente en el inicio de la construcción del Blue Mall Punta Cana, un centro comercial que desarrollarán el Grupo Veluttini (venezolanos) y el Grupo Puntacana con una inversión de dos mil millones de pesos.
El interés por invertir en el área de Punta Cana no debe sorprender a nadie.
Sobre esta región siguen circulando buenas noticias.
Por ejemplo, las estadísticas de llegada de turistas correspondientes a mayo dicen que sus resultados son los que nos permiten tener números positivos.
En el período enero-mayo, comparado con el año pasado, registró un crecimiento del 3.79%, al mismo tiempo que Puerto Plata reportó un -18.42% y La Romana un -13.37%. Siguiendo con los meses señalados, en el 2008 Punta Cana recibió el 53.75% de los visitantes extranjeros que llegaron por vía aérea, en el 2009 su participación subió al 56.72% y este año alcanzó la cifra récord de 58.17%.
Por el contrario, Puerto Plata bajó del 17.12% al 16.57% y ahora cayó al 13.36%. Y lo mismo está ocurriendo con La Romana que pasó del 6.42% al 4.54% y este año al 3.89%.
Las buenas noticias como las agresivas inversiones del Grupo Veluttini (alrededor de 600 millones de dólares) y la pujanza del Grupo Puntacana, no deben marearnos. Es necesario mirar el proceso con lupa y asegurarnos la mayor disponibilidad de información posible, la asistencia de voces expertas y escuchar a quienes están haciendo el negocio para tratar de entender las tendencias y revertir este comportamiento.
Necesitamos que Puerto Plata, La Romana, Samaná, Juan Dolio y Santo Domingo, tengan el empuje que hace brillar a Punta Cana.
En estos tiempos de dificultades los gobiernos tienen dos opciones: aplicar políticas para mantener altos ingresos impositivos del turismo, o políticas para mantener y acrecentar las llegadas de turistas.
En el primer caso, con visión de corto plazo y buscando más ingresos, se aprieta el cinturón a las empresas y a los turistas, se encarece el producto, se reduce la competitividad y al mismo tiempo se debilita el aparato productivo turístico.
En el segundo caso, con visión de largo plazo, se diseña una política flexible para competir en todos los mercados, reducir costos, aumentar la competitividad y mantener los flujos.
Se reparte el costo de las dificultades y se procura no debilitar el aparato productivo turístico para preservarlo a la espera de tiempos mejores.
Parece que mientras nosotros optamos por la primera opción, la tendencia entre nuestros competidores es la segunda. Vivimos en un divorcio permanente –que debería terminar ya– entre las políticas turísticas y las políticas fiscales.

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