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Incitación al odio y a la muerte desafía la autoridad

En estos días me pregunto sobre la diferencia entre asesinar y proclamar que alguien debe morir. Lo he pensado después de ver el video en que alguien proclama exaltado en un parque de Santiago que “…los Juan Bolívar Díaz, los Huchi Lora, los Cavada, merecen la muerte porque traicionan la patria”.

Entendí el alcance de este mensaje de odio que propone la terrible idea que todo aquel que no piense como él es un traidor a la Patria y merece la muerte. No existe diferencia entre ellos –porque el hombre del parque no es lobo solitario- y los yihadistas que mataron a 12 periodistas en la redacción de la revista Charlie Hebdo en Paris.

“…los Juan Bolívar Díaz, los Huchi Lora, los Cavada, merecen la muerte” porque defienden los derechos de los descendientes de haitianos nacidos en nuestro país, los de Charlie Hebdo, fueron asesinados por las caricaturas de Mahoma.

No hay diferencia. Es lo mismo. El combustible que mueve esa pasión destructiva es la intolerancia y el fanatismo de quienes no aceptan que otros piensen diferente, y en su visión totalitaria de la sociedad le quitan la vida al otro para matar sus ideas.

Para este grupo promotores del odio, en su particular y bárbaro patriotismo, tampoco aceptan el artículo 42 de nuestra constitución que consagra el “Derecho a la integridad personal.

Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica, moral y a vivir sin violencia. Tendrá la protección del Estado en casos de amenaza, riesgo o violación de las mismas”.

Mucho menos reconocen el artículo 49 que establece: “Libertad de expresión e información. Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, ideas y opiniones, por cualquier medio, sin que pueda establecerse censura previa”.

Esto preocupa porque, como hizo notar el diario Hoy, “nunca en este país, ni siquiera en época de oscurantismo, el fanatismo había llegado al extremo de llamar pública y abiertamente a asesinar periodistas”.

Asumo también el llamado del Consejo Nacional de la Empresa Privada  (CONEP) a las autoridades y los políticos para que promuevan “la tolerancia y la confraternidad”.  También preocupa el silencio del Gobierno.

Hago mío el planteamiento del CONEP que considera las amenazas un atentad contra los derechos fundamentales de libertad de expresión y libertad de prensa, y aboga por la convivencia pacífica sobre la base de los valores democráticos; y considero como el diario Hoy en su editorial de ayer jueves, que esta incitación al odio y dar muerte a periodistas por sus ideas “desafía la autoridad”, que tiene que “lograr que los impulsores de esta campañana sientan las consecuencias por su conducta”.

Juan Bolívar y Huchi son de una escasa estirpe de periodistas que durante décadas han sido ejemplo de ejercicio profesional ético y digno.

También merecen reconocimiento Amelia Deschamps y Roberto Cavada, parte de una nueva generación de periodistas que se distinguen por su profesionalidad.

Creo que se les acosa, también, porque molesta su denuncia constante sobre la corrupción pública.

Quienes creemos en el derecho de todos a vivir en un mundo libres del temor y disfrutando de la liberta de palabra, debemos ser solidarios y vernos en su situación, porque somos Juan, Huchi, Cavada y Amelia.

Por Manuel Quiterio Cedeño

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