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De Santo Domingo a Bogotá

Por Manuel Quiterio Cedeño

BOGOTÁ. En la capital de Colombia está sobre el tapete la petición para que el ayuntamiento de la ciudad revise la norma que limita la circulación de automóviles privados y los obliga a quedarse en casa 104 de los 260 días laborables (lunes a viernes)
Esta decisión fue adoptada hace varios años como parte del programa para mejorar la congestión del tránsito que había convertido las principales calles bogotanas en lugares insufribles.
La ordenanza estableció una veda para la circulación entre las seis de la mañana y las ocho de la noche. Cada día de lunes a viernes hay cuatro números de placa prohibidos (se toma el último número). Así cada automóvil se queda dos días en el garaje entre las seis y las ocho.
La opción es salir muy temprano para llegar al destino antes de las 6:00 a.m. y emprender el regreso pasadas las 8:00 p.m.
Esta normativas fue posible porque el cabildo de la capital colombiana adoptó un agresivo plan de mejoramiento del tránsito que está en marcha y uno de sus principales componentes fue mejorar el transporte público creando el “Transmilenium”, basado en grandes, cómodos y modernos autobuses, que se mueven por las avenidas en carriles especiales apoyados por un sistema de paradas muy bien diseñadas y construidas, y estratégicamente ubicadas.
El sistema tradicional de autobuses se mantiene, pero el “Transmilenium” es preferido, porque generalmente lleva a los usuarios a su destino en mucho menos tiempo.
En estos días se publicita un nuevo sistema de información sobre las rutas y servicios, basado en computadoras especiales “touch screen” (que se manejan tocando la pantalla con los dedos) colocadas en las paradas, que además tienen un dispensador de pañuelos desechables para que se pueda limpiar el cristal y reducir la posibilidad de transmisión de enfermedades.
Muchos bogotanos de clase media se quejan de su cabildo. No saben que son privilegiados por poseer un ente municipal que funciona, con capacidad y credibilidad para llevar a cabo programas como este.
Tendrían que ir a Santo Domingo para comparar y conocer lo que significa una autoridad municipal raquítica que en las últimas décadas ha sido dirigida principalmente por comberos y programeros  desconocedores de la problemática urbana a quienes se les va el tiempo en bla, bla, bla, mientras destruyen la capital dominicana, a pasos acelerados,  y la convierten en una ciudad  imposible.

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