Punta Cana y Puerto Plata, entre los destinos favoritos de paraguayos y argentinos
Desde diciembre y hasta la segunda semana de febrero, los paraguayos optan por salir de vacaciones en familia. A diferencia de años anteriores, en los que Brasil y Argentina ocupaban el ranking de preferencia, ahora son otros los destinos favoritos de los compatriotas, como Punta Cana.
abc.com.py afirma que Punta Cana es una de las zonas más atractivas República Dominicana, con modernos complejos hoteleros y playas de ensueño. Quienes estuvieron ahí antes describen la calidez de su gente, la agradable temperatura y la movida nocturna: Punta Cana, combina innovación y naturaleza para conquistar turistas de todos los países del mundo entre ellos, numerosos paraguayos.
Pero no solo es Punta Cana… en el último año, los compatriotas han escogido Cancún, La Habana y la Riviera Maya como lugares ideales para pasar las vacaciones.
“Desde el año pasado, el Caribe es el destino preferido de los paraguayos; en segundo lugar Brasil y luego Argentina”, dijo a ABC Digital María Angélica de Holanda, presidenta de Asociación Paraguaya de Agencias de Viajes y Empresas de Turismo (Asatur).
Los buenos precios y el sistema “all inclusive” –todas las comidas y bebidas- hacen que el Caribe haya desplazado a ambos países sudamericanos. “El pasajero prefiere pagar todo y olvidarse de la billetera por así decirlo”, acotó.
Vacaciones al ritmo del merengue
losandes.com.ar publicó también este fin de semana que la República Dominicana es, en el imaginario de los argentinos, sinónimo de playas paradisíacas de arenas blancas y mar turquesa. No en vano nuestros compatriotas están a la cabeza del ranking de los sudamericanos que visitan año tras año esa pequeña nación caribeña.
Más allá de la archiconocida propuesta de Punta Cana, el país tiene muchos rincones quizá no tan conocidos pero llenos de sorpresas. Lugares que fueron descubiertos mucho antes del boom del turismo en el Caribe, y que hoy narran infinitas historias y proponen imborrables postales.
Puerto Plata -a doscientos kilómetros de Santo Domingo, sobre la costa norte del país- se pavonea orgullosa por deberle su nombre al mismísimo Cristóbal Colón. Resulta fácil comprender en qué estaba pensando el conquistador al bautizar a esta ciudad: el reflejo del sol sobre el Atlántico y la blanca arena envuelve el paisaje con un destello plateado.
El diario argentino dice que este escenario paradisíaco, con las palmeras, las aguas planchadas y tibias y las espaldas bien cubiertas por montañas de vegetación exuberante, tiene todas las condiciones para convertirse en un polo de atracción para turistas de todo el mundo.
Playas para todos los gustos
Los más cómodos encuentran lo que quieren en el complejo conocido como Playa Dorada. Allí se concentran 14 hoteles incluyendo los all inclusive, esa fórmula íntimamente ligada al éxito del turismo en Dominicana, donde es posible disfrutar de la playa, desarrollar actividades deportivas, asistir a espectáculos, comer y tomar tantos mojitos como el capricho mande sin necesidad de salir del hotel y todo por un mismo precio.
Pero, y aquí está el mayor secreto de Puerto Plata, a diferencia de otros destinos dominicanos también hay mucho para ver fuera de los límites del complejo turístico.
Una ruta tan sinuosa como rodeada de una vegetación que parece invadirla nos conduce a pequeños poblados costeros aledaños a Puerto Plata.
A unos pocos minutos se encuentra Sosúa, un pueblo que creció a instancias de una colonia judía llegada en la década del 30. Esta presencia todavía se siente en la arquitectura urbana, a pesar de que los habitantes originales se dispersaron. En esta pequeña ciudad puede hallarse todo lo contrario al lujo de los all inclusive: humildes hoteles que alojan por un puñado de dólares, ferias de pintores de estilo naif y playas rústicas que convocan a los amantes de los deportes acuáticos.
Más allá en el camino está Cabarete, cuya línea costera está invadida por las sombrillas y mesas de numerosos bares que, cuando cae el sol, se transforman en el epicentro de la movida joven de la región. Aquí se confunden los turistas y los dominicanos, en baile frenético al ritmo del merengue y la bachata, bajo el lema “lo que pasa en Cabarete queda en Cabarete”.
Sin embargo, para conocer el plato fuerte hay que hacer un par de horas en auto. En las costas de Punta Rucia espera una lancha, que tras unos veinte minutos de navegación nos deposita en Cayo Paraíso.
Se trata de una isla de blanca arena de no más de mil metros cuadrados, que se alza humilde en medio del mar turquesa. Apenas unas precarias construcciones de paja ofician de balneario, donde se pueden pedir patas de rana y snorkels para hacerse a la aventura en un mundo de arrecifes de coral que amparan coloridos peces.
La visita al cayo dura un par de horas y al regreso la lancha emprende veloz hacia un área protegida de manglares, donde un laberinto de vegetación ampara distintas especies de aves.
Más que arena y sol
Además de sus playas, Puerto Plata ofrece un exquisito cóctel de historia, paseos y aventuras. En la ciudad, la huella de la conquista de América se hace bien presente.
Alrededor del parque Duarte, por las estrechas callecitas donde suenan a todo volumen los pegadizos estribillos del merengue, se conservan casas coloridas de estilo colonial. Cruzar la puerta de cualquiera de ellas puede transformarse en una visita a uno de los tantos sitios de venta de ámbar que tiene la ciudad, donde por unos cuantos dólares puede adquirirse un souvenir en esa curiosa piedra de color miel, que según cuentan se formó a partir de la cristalización de resina vegetal durante millones de años.
A unas pocas cuadras de allí, sobre el malecón, se yergue orgulloso el fuerte San Felipe, construido en el siglo XVI como defensa contra los piratas. Muy cerca están las ruinas del primer asentamiento español en América, La Isabela, fundado por el propio Cristóbal Colón.
Como en todas las ciudades dominicanas, el estilo colonial se alterna con islotes de arquitectura brutalista. Allí surge otro nombre omnipresente en la historia de República Dominicana: el del brutal dictador Rafael Trujillo, quien rigió los destinos locales entre 1930 y 1961, cuya sola mención mezcla el desprecio por sus crímenes y una especie de agradecimiento encubierto por ser el padre del país moderno.
Un teleférico permite divisar la zona desde las alturas de la montaña Isabel de Torre, y es allí donde se hace más presente ese resplandor plateado que da nombre a la ciudad.
Otro paseo obligado, en las afueras de Puerto Plata, es Ocean World, un parque acuático donde el visitante puede nadar con los delfines o ver bien de cerca las numerosas especies marinas y aves que habitan la región circundante.
Los amantes de la aventura también tienen lo suyo en la selva aledaña. Las torrentosas caídas del río Damajagua ofician de escenario de uno de los paseos más emocionantes de Puerto Plata.
Los 27 Charcos, tal como se los conoce, son piscinas naturales en medio de la roca, unidas por saltos de diferentes alturas. Aquí la propuesta consiste en ponerse el casco, el chaleco salvavidas y unas zapatillas de goma y recorrer río arriba para luego tirarse de las cascadas escondidas en una cerrada selva donde nunca entra el sol.