Temores ciertos en Pedernales
Esta provincia lo tiene todo, menos ser atractivo electoral y existir cerca de la metrópoli. Con el Proyecto de Desarrollo Turístico, las autoridades comienzan a pagar la gran deuda social acumulada. Pero el Presidente debe volver, y por tierra.
En la fronteriza comunidad Pedernales crecen los temores sobre la lentitud y la posposición en obras anunciadas por el Gobierno para terminar en el actual cuatrienio en el marco de la construcción del destino turístico.
Legítimas, las aprensiones. Es honda la experiencia de abandono por parte del Estado; nulos los antecedentes de inversiones en varios frentes, en tiempos normales, como ahora; y muy cercano el final del período presidencial.
Tan pronto como agosto 16 de 2023, el presidente Luis Abinader arrancará el recorrido del último tramo de su período (2020-2024). Pero tiene probabilidades de repetir, si los sondeos de opinión electoral que revelan ese estado han respondido a los parámetros científicos del muestreo y demás exigencias de la Estadística; si la oposición termina dividida y no se produce ningún evento socioeconómico que estremezca las actitudes de los votantes.
La gran duda de los pedernalenses está, sin embargo, en perder la inusual oportunidad. “Es calva”, dicen, “y hay que tomarla por los cabellos”.
Pedernales, con 2,075 kilómetros cuadrados de territorio (la séptima más grande) y 37 mil habitantes, no registra antecedentes de abordajes gubernamentales como el presente, salvo la fundación de la colonia en 1927.
Por la orfandad gubernamental, a la provincia se le puede otorgar el cetro de gran cenicienta nacional por su casi 70% de pobreza, pese a su posición geoestratégica y sus riquezas naturales, como las minas de bauxita y otras, explotadas despiadadamente, durante más de medio siglo, sin remediación ambiental ni redituar desarrollo a la comunidad. Tan grande el desprecio que han tendido una alfombra dorada al narcotráfico, a la inversión de los valores fundantes, a la promiscuidad, a las amenazas a su identidad y su cultura, a la descomposición social.
Pedernales lo tiene todo, menos ser atractivo electoral para los políticos y cercanía a la vibrante metrópoli, su gran desgracia.
De ahí que las inversiones actuales hay que blindarlas y pelearlas hasta el último aliento, sin abandonar la mirada crítica.
Para la fundación de la colonia, el Gobierno fabricó en sabana Juan López, hoy Pedernales, 50 casitas, una escuela, una iglesia católica, un horno para panes, un mercado, un depósito para instrumentos y potreros de 25 tareas para cada familia, según contó el 1 de mayo de 1928 a Listín Diario el encargado de colonización del Sector Sur y luego administrador de la colonia, Sócrates Nolasco.
La iniciativa buscaba consolidar la frontera con Haití, motorizada por el Gobierno presidido por Horacio Vásquez (1924-1930), y seguida por Trujillo (1930-1961) con la edificación en la década del 30 de la fortaleza (hoy cuartel policial), las cinco viviendas de mampostería para oficiales, a la entrada al pueblo, y la carretera hacia Oviedo.
Aunque el municipio cabecera evidencia hoy crecimiento urbanístico (anárquico), la imagen aún la determinan las casas de arquitectura vernácula que han resistido fenómenos naturales, y las de cemento situadas en las calles Juan López, Sánchez, Libertad, Braulio Méndez, Antonio Duvergé, 27 de Febrero y la Duarte, hechas tras el huracán Katie (1955), que devastó al pueblito de madera y zinc.
Los barrios Inés y Miramar nacieron en la gestión de Joaquín Balaguer para solventar graves daños causados por el huracán Inés en 1966.
El Alcoa fue, en especial, una conquista del sindicato de trabajadores de la minera estadounidense, y consistió en viviendas para obreros con más tiempo en la empresa, unas, y otras, para rangos superiores.
Y el Militar, con viviendas para guardias y oficiales, frente a la fortaleza Enriquillo, respondió a una estrategia gubernamental, como otros proyectos.
Gestiones posteriores han ejecutado obras importantes en tiempos normales, pero aisladas y sin obedecer un plan de desarrollo integral.
Sobre el actual proyecto, en Cabo Rojo, el propio presidente Luis Abinader ha reiterado que éste no es sólo turístico, sino de desarrollo integral de la provincia. En esa perspectiva, arios programas de inversión social están en marcha.
Justo eso ha concitado el aplauso de mucha gente, incluso de aquella que suele andar en bajo perfil, al margen de los avatares políticos.
República Dominicana está en su punto máximo en cuanto a turismo. Para finales de 2023, las autoridades proyectan que el sector representará el 15.3 % del PIB, unos 17 mil millones de dólares y 850,900 empleos.
Pero la vieja falta de planificación y de un enfoque del turismo como proceso social, sigue pesando en las posibilidades de desarrollo de las comunidades dueñas de los recursos naturales. Falla de origen que indujo a la creación de ciudades del sufrimiento (los municipios) antepuestas a ciudades del bienestar (zona de hoteles).
Será otra la historia con el proyecto en ejecución en la provincia del sudoeste, conforme el discurso oficial.
A partir de esa matriz discursiva, Pedernales debería ser la opción de un turismo sostenible, regenerativo. El nuevo destino, distante de la exclusión y la cosificación.
Lo ideal sería entonces que las obras en ejecución y en suspenso siguieran el ritmo planificado antes, durante y después del fragor electoral.
Pero, como en RD eso resulta improbable, otra visita del presidente Abinader a aquellas tierras, caería nada mal, y mejor si fuera por tierra.
Él debería apurar el hito que comenzó a sembrar tan pronto se posesionó en el palacio de la calle Moisés García. Además de la perseverancia de la tortuga, ahora se necesita la velocidad de la liebre.