Cuando se exagera la crítica al sector turismo dominicano
Después de un ejercicio de búsqueda en textos, documentos y de consultar diversas fuentes, escogí las definiciones que explican de manera más simple lo que es la economía de enclave y la economía de plantación.
“Una economía de plantación es una economía basada en la producción agrícola en masa, generalmente de unos pocos cultivos comerciales, cultivados en grandes fincas llamadas plantaciones. Las economías de plantación dependen de la exportación de cultivos comerciales como fuente de ingresos”.
“Se denomina economía de enclave a un modelo económico donde, en un mercado globalizado, se localizan actividades productivas en países subdesarrollados destinadas a la exportación y sin integrarse en el mercado local”.
Ninguna de las dos definiciones se aplica al modelo actual de desarrollo turístico dominicano, a menos que se quiera exagerar determinada característica, generalizar con casos específicos en donde las circunstancias en que surgieron, crearon un aislamiento en proyectos, que no pueden generalizarse a toda la oferta turística disponible.
La situación de un hotel en la gran mayoría de los casos en nuestras playas no difiere de manera general de la dinámica en que desarrollan sus actividades los centros comerciales, restaurantes, bares o lugares de diversión del polígono central de Santo Domingo, o Santiago.
En la avenida Winston Churchill, por ejemplo, se puede disfrutar de la belleza de las noches de luna llena desde las aceras de la avenida, pero nadie puede exigir a los centros comerciales que lo dejen subir a la azotea, entrar a los locales o sentarse de gratis en los restaurantes para disfrutar de ese espectáculo de la naturaleza. Disfrutar de la luna es gratis, pero entrar al restaurante tiene un costo.
Uno de los hoteles de la avenida tiene una hermosa terraza-piscina-bar, un escenario ideal para este espectáculo gratis que nos ofrece la luna. Pero usar ese espacio exige cumplir las reglas del hotel en el marco de la legislación turística.
Caminar junto al mar desde Cabeza de Toro hasta Punta Macao (más de 30 kilómetros) es posible. Miles de turistas lo hacen cada día, aunque hay obstáculos naturales que dificultan el paso. Quienes no están alojados en los hoteles en ese trayecto no pueden exigir, entrar a un establecimiento y utilizar sus instalaciones para ir la playa. Deben usar accesos públicos.
Muchas playas a las que acudía de niño siguen disponibles, pero es más cómodo disfrutar de las facilidades que han construido los hoteles frente a ellas. Lo que no es posible en esas áreas que hoy tienen hoteles, es buscar tres piedras, leña y armar un fogón para cocinar espaguetis o un chivo. Tampoco, usar el mobiliario del hotel, o entrar a la piscina. Si no es huésped tiene que mantenerse en el límite de los 60 metros de uso público.
No faltará algún “guachimán” que se pase de la raya. Igual una empresa hotelera o de algún dueño de finca o villa turística que empuje, pero parece un poco exagerado presentar el turismo como un modelo de economía de plantación o de enclave. Seguiré escribiendo.