Las decisiones que fortalecen la democracia apuntalan nuestra imagen como destino turístico
He sido muy crítico de la Corte Constitucional. Conozco sentencias para las que no existen adjetivos calificativos en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Aún así, cierro el año muy feliz y celebrando, por primera vez, a esa Corte Constitucional que he considerado siempre como un adorno inútil, deslucido, en la fea caricatura de la democracia al estilo dominicano, a la que instituciones regionales asignan notas sobresalientes porque la comparan con las dictaduras abiertas o encubiertas que gobiernan en Venezuela, Nicaragua, El Salvador y Cuba, y en otros países en los que existen elecciones manipuladas por el poder.
Me refiero a la decisión de esa corte que elimina de cuajo el monopolio de nuestra “democracia” que entrega a los “partidos” políticos la potestad para presentar candidaturas a los cargos electivos: Presidencia y Vicepresidencia de la República, miembros de la Cámara de Diputados y del Senado, alcaldes y miembros del Consejo Municipal. Cargos estos que conforman las instituciones que dirigen las diferentes instancias de poder del país.
El diccionario Anaya dice que la palabra DEMOCRACIA refiere a: “el sistema político en el que el pueblo elige, libremente, a quienes lo gobiernan. Doctrina o idea que defiende la participación del pueblo en los asuntos importantes de gobierno. La democracia es el ideal político porque es el pueblo el que gobierna. Participación de los miembros de una colectividad en los asuntos importantes que la afectan”.
Preguntas: ¿Representan los alcaldes y los concejales a quienes residen en sus municipios, los consultan, se reúnen con los líderes reales de las organizaciones comunitarias? No lo hacen. Lo mismo puede decirse de los miembros de las dos cámaras del congreso. Y nada que decir de los funcionarios que designa el Presidente de la República.
En noviembre pasado participé en un Consejo de Gobierno celebrado en Higüey, la quinta provincia del país por su población y la cuarta por lo que aporta a los ingresos del Estado. Al terminar ese encuentro, me sorprendieron dirigentes locales, casi todos muy comprometidos con el partido de gobierno, asegurando que eran abultadas muchas de las informaciones presentadas por los ministros y directores de instituciones estatales.
Los partidos políticos son MANIPULADOS por los reducidos grupos que los dirigen. La práctica generalizada es que esas entidades se activan para los procesos electorales y terminados estos, son desactivados porque ese concepto que define la democracia como “la participación de los miembros de una colectividad en los asuntos importantes que la afectan”, es solo un decir.
Olvidemos al “balaguerismo” y su partido reformista, la peor caricatura de democracia que hemos tenido en las décadas finales del pasado siglo. Pero la principal diferencia de los partidos que lo sustituyeron es que no tienen escuadrones de la muerte para perseguir a los periodistas críticos y a los políticos que disienten, y que las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional ya no son estructuras para servir a los intereses partidarios.
En lo demás, hay pocas diferencias. La democracia es solo una palabra, un concepto vacío de significado. Por eso considero que el dictamen constitucional que le quita a esos adefesios políticos el monopolio de presentar candidatos a los puestos electivos, es un gran aporte a nuestra anémica democracia. Qué bien! No podía imaginarlo.
Esa decisión de la Corte Constitucional es difícil de rebatir. Tiene la virtud de que liquida el valor de unos 30 ventorrillos políticos, rémoras que se crean para negociar con los supermercados que son la Fuerza del Pueblo, el PRM, la caricatura que queda del PLD y el descartado PRD, reducido a menos de un pobretón puesto de venta en la autopista de la política.
Esto da paso a procesos como el que se registró para las elecciones del 1968, en que por primera vez la Junta Central Electoral abrió las puertas a expresiones no partidarias que se identificaron como movimientos independientes.
Fui testigo de lo ocurrido en el municipio de Higüey. Un grupo de disgustados con el poderoso PRD histórico, disminuido por los errores políticos de su desenfocado e impositivo líder, creó un movimiento independiente que derrotó a Joaquín Balaguer y al Partido Reformista, herederos del trujillismo y de sus prácticas nefastas, incluida la del uso del crimen a los opositores como política de Estado.
Algunos “lideres” políticos tienen razón al estar preocupados. La liquidación del monopolio de los partidos políticos para presentar candidatura, es una seria amenaza para su existencia como sanguijuelas expertas en sangrar las arcas del Estado. Eso vale para los de antes, los de ahora y los que aspiran a llegar o a volver.
Con esa sentencia la democracia dominicana adquiere un nuevo brillo que resplandecerá en el concierto político de la región. Esto también contribuye a favorecer la imagen del país como destino turístico que alimenta la democracia. Y es ejemplo para las caricaturas políticas que hablan de participación del pueblo en las decisiones que lo afectan.