Ozama, el rio que nadie quiere
En muchas ciudades del mundo los ríos constituyen no solo un importante patrimonio ecológico y un recurso de incuestionable valor turístico, sino también un símbolo de identidad cultural, como sucede con el Río La Plata de Buenos Aires; El Sena de París, el Támesis de Londres, el Rin de Alemania y otros países europeos y el extenso río Danubio que también toca numerosas ciudades del viejo continente.
En Santo Domingo, el Rio Ozama es simplemente una cloaca, un depósito de chatarras y un problema que muchas autoridades prefieren sencillamente ignorar.
Todos los esfuerzos esbozados y hasta formalmente iniciados para rescatar el Ozama, se han diluido sin generar ninguna solución significativa, ya sea por la falta de voluntad política de las autoridades o por la ausencia de planes y recursos para abordar el problema desde una perspectiva integral.
El Plan de Acción Coordinada Interinstitucional para la Re- Estructuración Social-Económica, Urbana y Ecológica de los Barrios Marginados que bordean los ríos Ozama e Isabela en la ciudad de Santo Domingo (Plan RESURE), diseñado en el primer período de gobierno de Leonel Fernández, pasó sin pena ni gloria y sin dejar ninguna huella, aunque fue incluido en el conjunto de soluciones urbanas contempladas en el proyecto original del Metro de Santo Domingo. El Metro pasó pero el Plan RESURE se quedó.
La empresa responsable del Proyecto Turístico Sans Souci ha extraído cientos de toneladas de chatarras y desechos en su área de operaciones, pero los factores de contaminación del río, que tienen que ver con el entorno, siguen inalterables.
Las últimas iniciativas anunciadas por la Mancomunidad del Gran Santo Domingo, bajo el liderazgo del alcalde Roberto Salcedo Gavilán, no han pasado de ser simples operativos para justificar algunos titulares periodísticos.
En el lado oriental la situación no es menos tétrica. Juan De Los Santos parece que ha decidido no mirar para allá. En sus casi cuatro años al frente del ayuntamiento de Santo Domingo Este, De Los Santos no ha hecho nada para enfrentar el gravísimo problema sanitario que representan varias cañadas que descargan en el Río Ozama, incluyendo la llamada Cañada del Diablo, que atraviesa varios sectores marginados de Villa Duarte.
Pero el síndico De Los Santos no solo le ha sacado el cuerpo a la Cañada del Diablo, sino también a toda la zona de influencia del Río Ozama, donde el abandono es demasiado evidente, como sucede con la avenida Julián Barcelo, diseñada como una especie de malecón para la zona de Villa Duarte y el Ensanche Ozama.
Esta avenida se ha convertido en un vertedero a cielo abierto, donde la basura y los desechos de construcción han ocupado el paseo peatonal y una buena parte del espacio destinado a la circulación vehicular.
En el pasado, estos temas probablemente habrían provocado el interés de los medios de comunicación, pero ahora son parte de la realidad cotidiana y por lo tanto han dejado de ser noticias.